Bajo la luz de la luna ,la serenata
de las estrellas recité de forma
incesante, de tal manera que
llegase a oirse desde el esquivo
borde de los mares ,hasta el más
profundo y huidiso corredor de
los planetas, en busca desesperada
de aquella fragancia a rosas
que tu cabello en tardes intepestuosas
recuerdo como vislumbre en el vacio
abismo de mis ojos sepultados por la memoria.
Volviendose cenizas, el paisaje recordó a mis pupilas,
en un desvan de reminiscencias tactirunas,
agonicas y agrietadas,a las noches que ya en vilo
mi voz te clamaba.
Y mi mirada fue marchitandose como los soles
que se adentran en el otoño y se deshacen por los
suelos, como las hojas de sueños.
Vehemente esperé a tu mirada,
entre gritos opacos y silencios prolongados,
sin saber que en aquel horizonte diurno,
donde los febos perecieron en alguna tarde de
febrero, solo aprehenderia el nombre
,que tácitamente hubiera de llevar por el
resto de mi eternidad; Viento.
